Las constelaciones familiares son
una técnica terapéutica creada por Bert Hellinger, que permite poner de
manifiesto las dinámicas inconscientes que nos generan algún tipo de limitación
y/o sufrimiento en algún aspecto de nuestra vida; ya sea en cómo nos
relacionamos con lo demás, en nuestra salud, en nuestra vida afectiva, sexual, nuestra
economía, etc.
El paradigma de las constelaciones
familiares concibe a la persona en interrelación con todo su sistema familiar
llegando a abarcar incluso varias generaciones anteriores, de ahí su mirada
transgeneracional y sistémica.
En este modelo de intervención “el síntoma o la dificultad”, que por poner
un ejemplo, puede llegar a ser desde una repetición de patrones de conducta –
incluso destructivos-, la dificultad para interrelacionarnos con nuestros
superiores, dificultad para tener pareja, enfermedades, etc. Nos estarían
poniendo de manifiesto la existencia de dinámicas sutiles y muy profundas, en
muchos casos inconscientes, subyacentes en la vida de la persona y que influyen
de una forma muy potente en el presente de las mismas. El origen de estas
dinámicas sutiles que se manifiestan a través de los síntomas, se encontraría
ligadas muchas veces a esa herencia emocional transgeneracional, a esas
historias y patrones de vida de nuestros ancestros, muchas veces teñidas de
infortunio y sufrimiento; siendo esa información y/o legado intangible alojado
en la memoria familiar lo que se transmite de una forma inconsciente de
generación a generación.
Y es a través de una constelación
familiar y sus representantes que las dinámicas familiares e imágenes internas -
muchas de ellas inconscientes-, se muestran, dando luz a lo que subyace en el
conflicto; como una forma también de reconocer e integrar todo lo que hubo
antes desde otro grado consciencia. Obteniendo también a raíz de este
movimiento, significativas tomas de consciencia y liberación emocional, que nos
permitirán estar más en el presente, cogiendo las riendas de nuestras vidas,
viviendo con mayor consciencia y autenticidad.
Bert Hellinger producto de
experiencia psicoterapéutica en intervenciones individuales y grupales, se dio
cuenta que todas las personas se encontraban vinculadas a través de lazos
significativos que en ocasiones transcendían los lazos de consanguinidad, pero
que sin embargo influían de forman determinante en la vida de las personas. Y
postuló lo que ahora se conoce como Los Órdenes del Amor, piedra angular de las
constelaciones familiares y que nos permite entender con mayor profundidad las
relaciones humanas. Los Órdenes del Amor
están compuesto por el principio del orden, de la pertenencia y del equilibrio
entre el dar y recibir; Hellinger, tras
años de riguroso trabajo terapéutico, llegaría a concluir que la transgresión
de alguno de estos órdenes generaban disfuncionalidades o malestares, en la
propia persona y en su sistema familiar; causando así el sufrimiento y/o
insatisfacción de las personas, llegando incluso a materializarse en síntomas
físicos y enfermedades.
Siendo nuestro sistema familiar una
red de vínculos significativos que trascienden lazos de consanguinidad, es en
esa conciencia familiar que todos pertenecemos, tenemos el derecho a
pertenecer, a ser incluidos y dignificados; ese derecho es irrenunciable y está
presente desde el momento en el que nacemos.
Cuando se presenta un movimiento de exclusión, quizás alentado desde una
consciencia individual (mente personal), la conciencia colectiva -digamos la
familiar- no lo permite y se activan mecanismos de compensación, que lo que
buscan es volver a incluir aquello que se desea apartar. Es bastante común que
en nuestras familias hayan miembros que se excluyan o se apartan, quizás porque
hayamos juzgado sus comportamiento, o porque hayan tenido un destino difícil
y/o doloroso, que nos es imposible reconocerlo y lo apartamos u olvidamos; pero
desde esta consciencia familiar no nos es permitido, y es cuando un miembro de
nuestro sistema familiar compensa esa exclusión, quizás repitiendo y asumiendo
el destino de este excluido.
En cuanto al principio del orden
debemos tener en cuenta que éste viene determinado por nuestra llegada a la
vida, a nuestra familia o a cualquier grupo de pertenencia al que nos
incorporamos; es ese respetar a los que estuvieron antes que nosotros. Lo
cierto es que tenemos más fuerza o estamos mejor cuando ocupamos el lugar que
nos corresponde y no otro; por poner un ejemplo, cuando una madre ocupa su lugar
de madre o una hija ocupa su lugar de hija. Cuando trasgredimos ese orden
usurpamos un rol y/o posición en la familia o grupo de pertenencia; y ello
tiene consecuencias en la vida de quien trasgrede ese orden.
La danza entre el dar y el recibir
(tomar) acompaña toda relación humana, el equilibrio y la igualdad en ese
intercambio es base para la durabilidad de toda relación. Es importante
mantener el equilibro entre el dar y recibir entre iguales, puesto que aquel
que recibe se siente en deuda y/o dependencia hasta que haya tenido la
posibilidad de devolver. Mientras que entre padres e hijos el intercambio es
distinto, ya que como hijos no podemos devolver lo mucho o igual que nuestros
padres nos han dado directamente –que es el regalo de la vida-; por ello
compensamos e intentamos equilibrar lo recibido, o bien dando vida, brindando a
nuestros propios hijos; o viviendo nuestra vida plenamente, haciendo algo útil
con ella en beneficio de los demás y de nosotros mismos.
Lilibeth Pinchi Guerrero
Psicóloga, psicoterapia individual, familiar y pareja
Consteladora familiar
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